Torrejas de miel
Estimados lectores:
Hoy es un día en el que me sumergí en la nostalgia, y recordé aquellos días de infancia y también como no había puesto postres desde ya un tiempo. Me vino a la memoria un postre al cual mi abuela me hacía referencia.
Me considero una persona afortunada en que mis raíces sean mexicanas y me encanta poder presumir cuando puedo los maravillosos escenarios, colores y grandes sabores que tiene este país, pero también comparto por mis abuelos raíces españolas, una cultura similar, pero a la vez muy distinta ala vez. Mis abuelos migraron de su país durante el Franquismo, mi abuelo dejando atrás Santiago de Vigo, en la costa noreste de España, es una ciudad costera con grandes paisajes o de su hermoso castillo, que quiero creer que formo parte de algún ancestro (Castelo de Castro).
Mi abuela dejo atrás Málaga, de la región andaluza, una región que fue dominada por los musulmanes por más de 500 años por lo que también hay un mestizaje de cultura impresionante, una ciudad también costera con vista la mediterráneo. Ambos dejaron sus ciudades, a sus amigos, y familia. Todo con la esperanza de tener mejores días sin tanta obscuridad ni represión que manchaban las calles españolas.
Tenían la idea de volver a casa una vez pasada la pesadilla, pero lo que nunca imaginaron fue que una nación, la que hace unos años habían conquistado, los abrazara y les tendiera una mano amiga. Ambos se enamoraron de su gente, sus paisajes, su comida y tiempo después se conocerían y se enamorarían en un parque de la Ciudad de México, y de ahí nunca regresaron a España, se quedaron en México, donde echaron raíces y tuvieron una hermosa familia, lo demás es historia.
Paso el tiempo y nací yo, fui el primer nieto varón de la familia, así que fui algo consentido. Me apellido Torres, así que mi abuela en un juego de palabras y de cariño me decía “Torrejas de miel”. Con el paso del tiempo llegue a preguntarle pro que me decía así, o que eran, y ella no solo se decidió explicarme si no me enseñó a hacerlas.
Las torrejas, son parecidas a las tostadas francesas pero tan diferentes a la vez, además de ser un plato que solo se sirve durante la Semana Santa y este plato no discrimina, porque se sirve desde la casa más humilde, hasta en los restaurantes de alta cocina en España. Eso si cada uno tiene su propia versión.
Las torrejas son un plato del medievo, donde había que reutilizar o aprovechar al máximo los ingredientes ya que no había refrigeración y que en esos tiempos la comida era escaza y no cualquiera podía costear comer fresco. Es ahí que en Semana Santa, para celebrar el término de la Cuaresma se realiza este plato que el ingrediente principal es una hogaza de pan francés de días anteriores (duro), y que con la hidratación de la leche y la miel, se volvía otro plato muy diferente y no se tiraba algo que ya no estaba fresco, al contrario se trasformaba en algo fresco y dulce. La miel era un almíbar transparente y con sabor a canela y cítrico, y las rodajas de pan eran gordas y con cada bocado explotaban con el dulce almíbar. Es un recuerdo tan provocativo que no puedo resistir la tentación y la compartiré con ustedes, esperando que la preparen, la prueben y les guste tanto como a mí y no esperar a Semana Santa, ya que lo considero mi postre.
Torrejas de miel (8 porciones)
Para preparar la miel
1 taza de azúcar
1 ½ taza de agua
2 palitos de canela
50 ml de ron añejo
Para preparar las torrejas
1 pan (tipo baguette)
1 taza de leche
3 huevos
Aceite de oliva para freír
Instrucciones para la miel
Para hacer el almíbar, combina el azúcar, agua, y canela en una ollita. Lleva a ebullición a fuego medio, baja un poco el fuego y cocina hasta que las burbujas se vean un poco densas, alrededor de 10 minutos. Apaga el fuego e incorpora el ron.
El almíbar debe estar a temperatura ambiente para bañar las torrejas.
Preparación de las torrejas
Corta el pan en rodajas de unos dos centímetros de grueso. Colócalas en refractario con la leche para que absorban la leche, volteando una vez para que se humedezcan por ambos lados. No permitas que se empapen ni que se pongan blandas.
En un tazón aparte bate los huevos hasta que estén bien espumosos. Mientras tanto, en una sartén calienta el aceite.
Sumerge las rodajas de pan en el huevo batido para cubrirlo totalmente. Fríelas en el aceite caliente y voltéalas cuando estén doradas. Retíralas de la sartén y ponlas en una charola con servilleta absorbente, para escurrir el exceso de aceite. Ya reposadas colócalas en un refractario de vidrio y báñalas con todo el almíbar. Deja reposar a temperatura ambiente hasta el momento de servir.
Espero les haya gustado, este postre que para mí tiene mucho significado, no es solo una memoria más, con la cual recuerdo con mucho cariño a mi abuela, si no también es un rencuentro con lo que también soy, de donde provengo y que a pesar que todavía no conozco esa tierra ancestral, no me iré de esta vida sin visitarla algún día.
Sin más, prepárenla y disfruten, nos vemos hasta la próxima.
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